En la finca de El Refugio se hacía de noche temprano porque casi no había luz y la gente hablaba más bajo de noche no sé por qué. Tal vez porque sin los ruidos de los animales parecía que la voz llegara más lejos y eso siempre daba miedo, que lo oyeran a uno, que supiéran cuántos éramos. Hablaban en el comedor y de vez en cuando había una pausa porque alguien oía algo, así que miraban a lo lejos hasta que reconocían la luz y adivinaban quién podría ser a esa hora. O la desconocían, en cuyo caso el silencio se prolongaba más mientras determinaban para dónde iba o si venía. A nadie le gustaban las visitas.