Hace un mes largo cumplí cuarenta y tres años. Ya no se siente mucho el golpe. Es hasta honroso: empieza a parecer un logro, tanto con tan poco. Si acaso a veces da es como vergüenza tener cuarenta y tres años y seguir en las mismas de siempre, con todo ese tiempo desaprovechado en distracciones. Aunque de pronto ese sea el mérito, se me ocurre ahora. De pronto esa vocación para el ocio sea lo que debo atesorar.