Esta semana estoy haciendo cuatro mil metros cada noche en la máquina de remo. Toma veintitantos minutos de actividad constante. Me deja muy cansado y algo adolorido, pero sigue siendo placentero. Cumple su función, sea la que sea. Sospecho que es sobre todo espiritual.
Esta semana también sacamos a la basura la silla de comer de la hija y primera silla de bicicleta que tuvimos para ella. Ambas las atesorábamos por pura nostalgia, o tal vez con la intención de donarlas. No hizo falta: antes de que llegara el camión fueron rescatadas por otras personas, menos mal. Ojalá encuentren nuevas niñas o niños que las aprovechen.
La gata ha adoptado la costumbre de asaltar mis piernas durante la noche. No es tan fácil dormir así.