El parque estaba plagado de polillas. Me explica M. que las polillas vienen al bosque a aparearse antes de morir. Cubren los árboles, la tierra, el aire. Revolotean desesperadas y a ciegas buscando un encuentro final ansioso que, supongo, las justifique. Después desovan, agonizan y se vuelven como arena. No muy distintas de nosotras en últimas. La vida es toda igual en su extrañeza. Casualidades convencidas de que son inevitables exprimiéndole sentidos al azar. A detalle somos inexpugnables.