mediodía

Queda poco tiempo para reiniciar el ciclo solar. Los momentos se acumulan solo por preferencia, por apego al presente, tal vez también por miedo a perder su apariencia de intensidad.

Salgo por las mañanas para llevar a la hija al colegio. Vuelvo eso sí pronto a la casa y me acomodo en cualquier parte a trabajar. El trabajo consiste en leer conversaciones e intervenir solo en caso de extrema necesidad. Cuando me aburro hago dibujos. También debo asistir a un par de reuniones diarias e intentar determinar, entre el ruido, qué merece mi atención. Cada problema es fulgurante y atractivo por un instante. Es fácil distraerse. Creo que por eso lo disfruto. No es solo que me paguen. Lo importante es no tomárselo tan a pecho.

Los días pasan en silencio. Quisiera salir más y aunque nada me lo impide no lo hago por descuido. Ayer salimos juntas a caminar por varias horas después de desayunar y todo se sentía inmenso.

El próximo año cumpliré ya cuarenta y cuatro años y no sé si deba preocuparme. Procuro no pensar mucho en ello pero igual pienso, más que todo en el contexto de la crianza, de la niña que crece y cómo me ve y cómo me veo a través de ella. Este año ha empezado a burlarse de mí, y lo agradezco. También me enseñó a tocar piano. O me impulsó a hacerlo, que es parecido. Estar con ella siempre es aprender, pero también guiarla hacia nuestra ausencia.

Por dos semanas vamos a descansar.