media mañana

No dormí muy bien la semana pasada. Tenía una inquietud adentro. No sabía bien cómo expresarla pero la sentía ahí, una incomodidad recurrente que se intensificaba al intentar descansar, cuando quiero callar el pensamiento. Las sesiones de remo, que por descuido he reducido, me ayudaron a salir de ahí. No puedo abandonarlas. Perdí el impulso hace semanas. Algunos estados mentales son una celda llena de ecos. O tal vez soy muy sensible, no sé. Necesito disciplinar la atención e impedirle que caiga en obsesiones. Creo que ese siempre ha sido mi problema. De ahí caen todos los demás. Las rutinas son mi coraza.

mañana

Cada vez todo más igual y gris, indiscernible del trasfondo. Los días apenas pasan, solo se arrastran mientras resisto la tentación de ir al sofá y cerrar los ojos otra vez. Descansar el cuello, que a veces duele. Aprecio ahora más los cambios recientes en el trabajo. Aunque también me siento más indiferente en general, menos dispuesto al esfuerzo. Tal vez es algo bueno, menos tensiones. Estamos en el momento de los mejores colores afuera. Y el aire frío huele bien. Quiero otras formas de salir. No sé qué convenga más. Ahora practico el piano con la hija. Me gustan esos ejercicios de repetición minuciosa y coordinación física. No pensé que sería capaz. Creo que verla aprender me ha enseñado a ver la música distinto. Puedo leer partituras con cierta fluidez. Y el piano resuena adentro. Es reconfortante.

madrugada

A veces encuentro fotos de gente que hace mucho no veo y me pregunto cómo me veré yo así a lo lejos, qué seré cuando vivo en el pasado distante, en especial cuando alguna vez fui parte del presente intenso. En esas fotos las veo a ellas pero también me siento cambiar de un golpe, como si al constatar los efectos del tiempo de paso fuera transformado. Las veo y alcanzo a recuperar filamentos de sus voces, algunos gestos, puedo verlas moverse, prepararse para que alguien las capture, cortes bruscos. Nadie piensa en medio de eso si será reconocida, si será ella misma todavía y por cuánto tiempo más. Tampoco piensan qué queda de lo que eran. Cada cual se siente siempre entera, plenamente condensada en el momento. Desde lejos somos menos nuestras, claro. En mentes ajenas viajamos ida y vuelta entre la resonancia y el colapso hasta que solo somos eco. Nunca del todo completas.

madrugada

Anoche mientras me lavaba los dientes pensaba en el atractivo de las promesas de experiencias transformativas (¿transformadoras?), o sea de esa idea de que hay actividades/prácticas/situaciones que alteran o expanden la conciencia o la comprensión de tal forma que quienquiera que sale del otro lado es sustancialmente mejor en alguna dimensión esencial del ser. Pensaba en eso, en lo llamativa que es esa promesa, y por otro lado en la certeza de saberme inadecuado de infinitas formas pero no ser capaz de imaginar qué mejora (si fuera posible elegir) sería preferible para mí, hacia dónde apuntaría, en qué dirección me convendría más crecer. Solo pensar en eso me agobia. No entiendo bien ni siquiera en qué sentido se crece si es que eso alguna vez de veras pasa. Supongo además que la experiencia transformativa por lo general no permite decidir de antemano cuál será el estado final de la consabida transformación y que sus proponentes sugerirán que justo un componente central de la experiencia es determinar ese propósito, tal vez mediante una fractura (metódica o brutal) de la identidad actual y el subsiguiente estudio de las grietas. (O sea que para el individuo que no ha sufrido la experiencia (casi siempre implica algún grado de sufrimiento) el resultado final es en sí inasequible en tanto que es incluso incomprensible/inimaginable.) Total es que terminé de lavarme los dientes y después recordé que el inodoro estaba tapado así que estuve otro rato bregando sin éxito con varios trucos para desatascarlo de forma perdurable hasta que llegó la medianoche. Es posible que hoy recurra a medidas más drásticas, ya veremos.

mañana

Creo que ya pasó otro mes, al menos uno más. Este año se siente corto, como soñado; un bosquejo del paso del tiempo, para ilustrar la intención, sin verdadera voluntad de concretarlo. (¿Voluntad de quién? Tal vez este es sobre todo un atributo de la subconsciencia: propio en su esencia pero en la práctica ajeno. De ser así tal vez depende más de la disposición para atenderlo y detallarlo. Quizás no lo merece.) He leído más estos últimos días después de la sequía (no sé si con una raíz emocional) de varios meses de la que ya había escrito antes acá. Espero que persista porque me hace bien, me enfoca. Siento que descanso mejor. También me aleja del desconcierto que impera afuera, aunque no lo olvide. No creo que pueda de verdad ignorarlo.

rana

noche

Creo que no entiendo el placer que otras personas asocian a sudar tras hacer ejercicio. No sé si es porque sudo de más o simplemente por remilgos. Con el remo sudo, claro está. Y creo que con la rutina he empezado a sentirme cómodo con eso. Cuando no sudo me siento insatisfecho, con un trabajo a medio hacer. El sudor certifica el esfuerzo, me permite reclamar el logro. Podría decirse que lo aprecio. Durante el último mes, sin embargo, he perdido la disciplina. He pasado semanas largas sin retomar. La excusa es un miedo a lesionarme que me inventé. Creo que necesito volver a la frecuencia diaria, recobrar la inercia otra vez. Que sea algo más que no se piensa ni se decide, solo se hace. A ver si encuentro ese ritmo de nuevo.

mañana

Sigo con dificultades para leer. Me lo tomo suave y procuro sostener al menos el hábito de intentar. Cada noche leo una decena de páginas antes de dormir. También creo que me canso más. El trabajo ha sido intenso este último mes. Me entretiene, pero es exigente. Supongo que es una buena distracción. Hace poco fui re-asignado a un nuevo proyecto. Esos primeros meses de aprendizaje de un tema son mis favoritos. Me gustaría que mi trabajo siempre consistiera en montar fundaciones y marcos de trabajo para abordar lo inexplorado. Mi sensación favorita, a veces me parece, es el asombro asociado a la absoluta incomprensión. Al primer signo de claridad empiezo a perder interés.

noche

Creo que volveremos al parque en agosto, cuando sea más fresco y hayan muerto todas las polillas. Queremos ver el cielo otra vez. Hace bien adentro y se respira. Además hay fuego. Y la madrugada es más pájaros que luz.

Me gusta cómo el parque nos ignora y nos olvida.

madrugada

El parque estaba plagado de polillas. Me explica M. que las polillas vienen al bosque a aparearse antes de morir. Cubren los árboles, la tierra, el aire. Revolotean desesperadas y a ciegas buscando un encuentro final ansioso que, supongo, las justifique. Después desovan, agonizan y se vuelven como arena. No muy distintas de nosotras en últimas. La vida es toda igual en su extrañeza. Casualidades convencidas de que son inevitables exprimiéndole sentidos al azar. A detalle somos inexpugnables.

noche

Hoy pensaba que de pronto, no sé, tal vez sería apropiado decir algo o explicar por qué, una vez más, lo correcto es dar un paso al lado y permitir que el tiempo arrase o al menos arrastre lo que convenga que perdure. Me gustaría saber qué quedará cuando ya no estemos. Cuál es el destino de estas palabras cuando me olvide de mí mismo, de lo que creo que soy, y solo persista en estas notas desde el exterior, donde todavía hace sol y se puede respirar.

Hace poco la hija cumplió años y fuimos al parque a celebrar. Había llovido y hacía un calor pantanoso pero salimos igual. Ser un papá ya me sale sin pensar. Y soy todo lo papá que el símbolo exige aunque eso no sea lo que prefiera. Hay mecanismos básicos, cuya naturaleza ignoro, que parecen destinarnos a converger en un arquetipo torpe, mal peluqueado.

Ya volvió a salir la barba, por lo menos, y mañana nos vamos a acampar. En el bosque hace frío de noche y el silencio dura más.