2020-04-07
Tenemos dos matas en la sala. Creo que las tenía en la oficina anterior
y las traje a la casa cuando renuncié con la intención de llevarlas al
nuevo trabajo cuando quiera que empezara, pero finalmente nunca lo hice.
Ya en mayo cumplo un año en el nuevo trabajo, o sea que las matas llevan
un año en la sala ya. Una de las matas suelta flores blancas invertidas
(no sé cómo más describirlas) y la otra es una de esas que hojas largas
son vetas rojas en los bordes. La de las hojas largas le ha ido mejor,
crece y crece, pero ya no cabe en su maceta original, se rebosa,
y sospecho que debería comprar una nueva. Es la primera vez que llego
a este momento con una mata bajo mi supervisión. Casi siempre mis matas
mueren muertes tristes en macetas olvidadas junto a radiadores de
calefacción que las achicharran. Nunca abandonan la fase aspiracional. Me
angustia que al transplantar la de las hojas largas la condene a alguna
muerte horrenda. Ya me acostumbré a que esté viva.
2020-04-06
Varias veces de regreso tarde a la casa he terminado a metros de la mofeta
vecina. Por lo general la veo antes de correr riesgo de ser rociado
y aunque ella también me ve, estoy seguro, le importa poquísimo mi
presencia y sigue en el andén concentrada en lo que quiera que haga una
mofeta a esa hora. ¿Tal vez cazar? Desde lejos parece una mota, o quizas
una bolsa, no se mueve con gracia, parece torpe, casi nunca corre, se
contonea nomás, como borracha. Para prevenir un asalto, en cuanto la veo
abandono el andén y camino por la calle, guardando distancia suficiente
para que no se sienta amenazada. Una vez a salvo vuelvo al andén sin
perderla de vista y por si acaso apuro el paso los últimos metros. No
quiero que sepa que le tengo miedo.
2020-04-05
El código de
ayer para
dibujar los patrones (que @moebio llama ahora
textiles) no era muy adecuado para entenderlos pues se concentraba,
sobre todo, en dibujarlos. Una representación matricial resultaría más
apropiada.
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2020-04-04
Jugamos con esta idea:
Viene de aquí.
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2020-04-04
No sé por qué alguna vez, tras darle de comer pasto un rato a alguna vaca
en Pacho, resolvimos revisar si nos lamería la cabeza. Tal vez era algo
relacionado con la expresión “lamido de vaca” para describir ese peinado
engominado hacia atrás que estaba tan de moda. Como sea, sin remilgo me
acerqué a la vaca y le ofrecí mi cabeza hasta que la vaca con paciencia
empezó a peinarme con su lengua rugosa a gestos largos y podría decirse
incluso que metódicos. Parecía una limpieza. Se me ocurre ahora que tal
vez fuera una forma de comunicarse conmigo porque no siento que me
mordiera. Entendía, quizás, que era un gesto sobre todo social, de
confianza, de reconocimiento del otro y hasta apoyo a su manera. Quién
sabe qué me diría. No sé si debí lamerle la frente también.
2020-04-03
No sé cuántas veces se fue la luz mientras vivía en el pueblo. Recuerdo,
y probablemente esta sea una memoria falsa, semanas enteras con luz apenas
ocasional cuyo regreso abrupto sólo servía para quemar electrodomésticos.
Si no estoy mal así perdimos al menos un televisor. A veces el calor era
tan abrumador que ni siquiera se podía dormir, así que reposaba de
espaldas en la cama con los ojos cerrados por horas y rezaba para que la
electricidad regresara y el ventilador con ella. Nada me hacía creer tanto
en Dios, y odiarlo, como ese calor infernal.
2020-04-02
Pertenezco a la clase privilegiada de oficinistas que reciben comida en el
trabajo. Es generalmente buena comida, variada y abundante. Debido a mis
problemas de salud debo ser cauto al elegir. Procuro limitarme a un plato
pequeño y una sopa o ensalada dependiendo de la temporada. También debido
a mis problemas de salud necesito comer a diario a exactamente la misma
hora so pena de dolores varios y otras incomodidades. Me concedo una hora
de descanso para comer aunque muchas veces termino en apenas diez minutos,
así que aprovecho para tomar el sol en el balcón o voy a una de las
cafeterías del edificio y me preparo un café con leche en hielo. Cuando me
cansa el olor a nada de la oficina, cosa frecuente, salgo afuera. Hay un
sitio de donuts miniatura a pocas calles que es pura felicidad. Las venden
por docenas, recién preparadas y calientes, con una taza de café negro.
Perfectas para sentarse en el parque a esperar que la próxima reunión me
invoque. Después de comer soy más persona.
2020-04-01
En la finca de El Refugio se hacía de noche temprano porque casi no había
luz y la gente hablaba más bajo de noche no sé por qué. Tal vez porque sin
los ruidos de los animales parecía que la voz llegara más lejos y eso
siempre daba miedo, que lo oyeran a uno, que supiéran cuántos éramos.
Hablaban en el comedor y de vez en cuando había una pausa porque alguien
oía algo, así que miraban a lo lejos hasta que reconocían la luz
y adivinaban quién podría ser a esa hora. O la desconocían, en cuyo caso
el silencio se prolongaba más mientras determinaban para dónde iba o si
venía. A nadie le gustaban las visitas.
2020-04-01
Cuando me entra pereza de gente me quedo en la casa, acompaño a la hija al
colegio y después camino de regreso con escala en el café Tango (café con
leche deslactosada) y después en la tienda de comic, donde elijo un par de
libros al azar del estante de novedades. El barrio es amigable
y tranquilo, y lo suficientemente cerca del centro para además ser
conveniente. Fue afortunado que eligiéramos este apartamento para vivir.
No entendíamos la ciudad bien cuando llegamos y algunas de las otras zonas
que contemplamos eran, en retrospectiva, una pésima idea. Ya llevamos
cinco años largos acá. Los vecinos de casa duran dos años a lo más. Casi
todos siguen el mismo patrón: después de un tiempo consiguen un perro
y a los pocos meses se van. Ayer se fueron los dueños de Otto, por
ejemplo. Quién sabe cuándo nos iremos nosotros. No tenemos afán.
2020-03-31
Soy más persona a esta hora. Por eso llego temprano a la oficina, antes
que el resto, y después de revisar el calendario del día tomo notas para
aclarar lo que me importa. A eso de las nueve empiezan a llegar mis
compañeras. Por lo general tengo tiempo para prepararme un agua de yerbas
y diagramar cómo me siento y qué me preocupa. A las diez arrancan las
reuniones y las saco de a una al tiempo, sin mente. Tomo notas en el
cuaderno y hago preguntas. Intento atender, explicar y entender. Me gusta
hablar con otras personas pero también me desgasta. Necesito tiempo para
mí para poder estar para las demás. Por eso me escondo en las esquinas.