madrugada

Mi abuela nos levanta. No hay necesidad de baño. Nos ponemos los pantalones y las botas y comemos algo rápido, un huevo, un jugo, y de un salto al carro que huele a naranja madura y tierra, donde aunque no dormirmos caemos en un sopor mientras subimos a la montaña y nos hundimos en la niebla y el mareo. Pronto empezamos a bajar, hay música, mi abuela reza, y estamos en la plaza de mercado, cargamos bolsas hasta el carro, y después en la casa vieja, donde comemos morcilla, longaniza, pasteles de arracacha. Al fondo suena mansa la quebrada. Dan ganas de nunca despertar.

tarde

En enero me corté una uña del pie a las malas y terminé con una infección que, por descuido, me dejó sin uña del dedo junto al pulgar y con una cojera que duró más de un mes, con curaciones diarias (algunas recurriendo a agujas esterilizadas) y más adelante antibióticos para controlar. Ahora estoy ya repuesto, pero la uña no ha regresado del todo. Pensaba que crecería una placa nueva, sólida, pero en lugar de eso avanza a capas delgadas y chuecas que se van acumulando como pueden, a escalones, sin mucho orden. Al menos ya no duele, menos mal.

día

Cada vez que vamos busco el mismo rincón. Nos detenemos, descansamos, y tomo fotos de los árboles parcialmente bajo el agua y los grandes pájaros en sus ramas. Pienso que tal vez algún día podría reconocerlos desde la distancia, saber con certeza que alguna vez los vi. Por lo pronto me basta con sentir que están ahí, que vienen de algún lugar distante y el lago siempre los espera.